El tiempo por Tutiempo.net
El tiempo por Tutiempo.net

Utilidad y buen uso de las enfermedades | Mons. Martín Dávila Gándara

En el Evangelio del domingo veinte después de Pentecostés nos narra un milagro que realizó Nuestro Señor Jesucristo, al curar aun hijo enfermo de un oficial del rey de que un oficial del rey.

Por: Redacción 06 Octubre 2024 10:38

 

UTILIDAD Y BUEN USO DE LAS ENFERMEDADES
 
Por Monseñor Martín Dávila Gándara.- En el Evangelio del domingo veinte después de Pentecostés nos narra un milagro que realizó Nuestro Señor Jesucristo, al curar aun hijo enfermo de un oficial del rey de que un oficial del rey.
 
Una de las consecuencias del pecado original es la muerte, y precursora de la muerte es la enfermedad; nadie podrá escapar a las enfermedades. Están en nosotros como las pasiones, no como pecado, sino como un modo de combatir un ejercicio y una ocasión de adquirir méritos para la vida eterna.
 
Ventajas de las enfermedades.
 
1. Con mucha frecuencia nos lleva Dios y nos obligan a recurrir a Él. Veamos al oficial que nos menciona el Evangelio de este domingo: sin la enfermedad de su hijo, no se habría acercado a Jesús. A lo sumo habría permanecido indiferente a todo lo que Jesús decía y a todo cuanto hacía en aquellos lugares, y en su casa no habría entrado la salvación. Otros ejemplo de esto, lo tenemos en: S. Ignacio de Loyola, S Francisco Caracciolo, S. Vicente Ferrer.
 
2. Las enfermedades son un medio muy eficaz de satisfacer la justicia divina y expiar las innumerables culpas que cometemos cada día, abusando de la salud. ¿Hemos pecado? Hay que hacer penitencia y satisfacer la justicia divina ofendida. Pues bien, la enfermedad nos proporciona la ocasión de ambas cosas.
 
3. También son un seguro que nos previene contra una gran número de pecados, a los cuales da ocasión la salud. ¡Cuántos se perderían con salud, y deberán su salvación a una enfermedad!
 
4. Nos despegan de las cosas del mundo y nos hacen levantarnos a los castos pensamientos y deseos del cielo. ¿Qué le importan a un pobre enfermo los honores, los placeres y riquezas? Sano, tal vez los buscaría; enfermo, comprende su vanidad, su nada. Su corazón mira el cielo y se satisface en los deseos de aquella feliz y eterna morada.
 
5. Nos hace conformes a Jesús crucificado, con lo cual nos convertimos en objeto de complacencia para el Padre celestial. Porque ¿Qué es un enfermo? Es un miembro paciente de Jesucristo, es Jesús quien padece en él; es, pues, digno de veneración, y atrae a sí las gracias y bendiciones del Cielo; sus oraciones son infaliblemente oídas; tiene anticipadamente segura la felicidad eterna del cielo.
 
6. Nos dan ocasión de practicar las más bellas virtudes cristianas: la humildad, la mansedumbre, la paciencia, la obediencia, la resignación; y, por consiguiente, de aumentar nuestros méritos delante de Dios y de hacer bien al prójimo, edificándolo con nuestra vida.
 
Las enfermedades son, pues, para nosotros, gracias preciosas. ¡Cuántos enfermos las aprovechan, en cambio, para impacientarse, para murmurar, para blasfemar! ¿De dónde viene esta desgracia? De la falta de fe, de una vida demasiado sensual: sólo se piensa en vivir bien, en buena salud, con comodidad, alegremente. Se vive olvidado de Dios, del alma y de su eterno y sublime destino.
 
Como debemos santificar las enfermedades.
 
1. Aceptémoslas como venidas del mismo Dios, con las más perfecta sumisión a Su voluntad, con espíritu de penitencia y de expiación por nuestros pecados.
 
2. Unamos nuestros sufrimientos a los de Jesús en su Pasión, y digamos con Él: “Padre, si es posible, no tomar de este caliz: pero, no se haga mi voluntad sino la tuya”. A Dios le agrada este abandono nuestro en sus manos, y no deja de colmarnos de gracias y de bendiciones.
 
3. Procuremos tener cerca de nosotros un crucifijo, para mirarlo y besarlo frecuentemente, haciendo actos de fe, de esperanza, de caridad, de contrición, de conformidad con la santa voluntad de Dios.
 
4. Empuñemos el arma de la Santa Cruz cada vez que nos sintamos asaltados por las tentaciones; reptamos los sagrados nombres de Jesús y de María y renovando la resolución de sufrirlo todo y de antes morir que consentir en el mal.
 
5. Procuremos ser pacientesresignados a todo cuanto nos acontece. En cuanto nos sea posible, no nos quejemos de nada, ni de nadie. Tengamos más confianza en Dios que en los médicos y en las medicinas.
 
Por último. Si la enfermedad es larga, pidamos recibir con frecuencia los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, que dan al alma una virtud maravillosa para sufrir toda pena por amor de Jesús. Cuando parezca peligrosa, no difiramos el sagrado Viático y la Extremaunción, por que no decir si podemos: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”. “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores”.
 
Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “Archivo Homilético” de J. Thiriet – P. Pezzali.
 
Sinceramente en Cristo
Mons. Martín Dávila Gándara
Obispo en Misiones
Sus comentarios a obmdavila@yahoo.com.mx


Las Más Leídas