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La Lismona | Por Monseñor Martín Dávila

“Granjeaos amigos con las riquezas, manantial de iniquidad, para que, cuando falleciereis, seáis recibidos en las moradas eternas” (Lc., XVI, 9). Para conseguir nuestra salvación eterna, Dios nos pone algunos medios, cuales son: La oración, la penitencia, la frecuencia de los sacramentos con la asistencia a Misa, la confesión y comunión frecuente.

Por: Redacción 31 Julio 2022 19:02

Pero también hay otro medio de gran ayuda para agenciarnos gracias actuales, que pueden traducirse en nosotros en un reconocimiento, dolor y contrición de nuestros pecados, con su respectivo propósito de no volver a ofender a Dios.

En el pasaje mencionado de San Lucas, XVI, 9. Nuestro Señor Jesucristo, indica que los ricos y todos los que tienen bienes y riquezas en la tierra, poseen ese medio para santificarse, y servirse para comprar el cielo. Como los mártires que compraron el cielo a costa de su sangre, así también nosotros podemos comprarlo con la limosna, compartiendo nuestros bienes con los pobres o necesitados.

¡Ojalá, supiéramos aprovecharnos de un medio tan fácil, como es la limosna!

OBLIGACION DE LA LIMOSNA

1o. Los bienes que tal vez tenemos, pertenecen a Dios. El Señor nos lo ha confiado, para que juntamente con nosotros, se beneficien de ellos los pobres y necesitados. Es por eso que San Juan el Limosnero llamaba a los pobres sus señores y propietarios.

2o. Dios ha impuesto de ello un mandamiento expreso: “Da limosna de tus bienes, y no apartes tu rostro de ningún pobre; así conseguirás que tampoco de ti se aparte el rostro del Señor” (Tob., IV, 7); “Quien cierra sus oídos a los clamores del pobre, clamará él mismo y no será oído” (Prov., XXI, 7); “Dad y se os dará; una medida buena y apretada y remecida y rebosante se os volcará en el seno; porque con la medida que medís se os medirá” (Lc., VI, 38) En otras palabras, Dios será para nosotros lo que nosotros habremos sido para con los pobres y necesitados.

3o. Dice San Juan: “Quien tiene bienes de este mundo, y viendo a su hermano en necesidad cierra las entrañas para no compadecerse de él, ¿cómo es posible que resida en él la caridad?” (I Jn., III, 17). San Ambrosio escribía: “Si sientes pavor por la muerte. No menor es el crimen del que posee con abundancia, y se la negaré a los pobres”. Y San Agustín asegura que los ricos no se podrán salvar sin la limosna.

¿A QUIEN SE DEBE DAR LIMOSNA?

A TODOS LOS AMIGOS Y SIERVOS DEL SEÑOR

1o. A los pobres. Aquí debemos considerar cuan numerosos son los que tienen hambre, los que no tienen que vestir, los que están enfermos, los que están encarcelados, etc.

2o. A las almas de purgatorio, que tanto sufren. Procuremos aliviarlas con obras de religión y caridad (Misas, rosarios y otras buenas obras) y con ello, acortemos el tiempo de sus sufrimientos y de sus penas.

3o. A las obras piadosas e instituciones católicas: hospitales, asilos, seminarios. También debemos cooperar para la propagación de la fe, buena prensa y las obras catequísticas, etc.

4o. A los religiosos y religiosas, que todo lo dejaron por Dios, que oran y se sacrifican por los pecadores.

5o. A los Santos del Paraíso, ofreciendo algunos dones en su honor, ya para su culto.

6o. Al mismo Jesucristo, en su Sagrario, en sus iglesias o templos, donde frecuentemente está tan pobre como en Belén.

VENTAJAS DE LA LIMOSNA

1o. Estos pobres socorridos, estas almas aliviadas y salvadas con nuestras limosnas, intercederán por nosotros y nos obtendrán gracias y misericordia.

2o. Nuestro Señor Jesucristo mira como hecho a sí mismo lo que hagamos por sus pobres y servidores, y nos lo recompensará al ciento por uno.

3o. Dios es nuestro deudor, y cuantos más damos, más nos devuelve. Por eso decía San Juan el Limosnero: “Yo cada día experimento que la limosna enriquece; cuanto más doy, tanto más me envía Dios para dar todavía”.

4o. La limosna nos consigue gracias de penitencia y de perdón: “Porque la limosna libra de todo pecado y de la muerte, y no dejará caer el alma en las tinieblas” (Tob., IV, 11). ¿Queremos una gran recompensa? Demos en abundancia.

Decía San Agustín: “¿Queréis el nec plus ultra de la recompensa? Dad todo lo que tenéis”, así lo hicieron San Antonio y otros santos. Nuestro Señor Jesucristo le dijo al joven rico: “Si quieres ser perfecto, vete a vender lo que posees, y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo” (Mt., XIX, 21).

5o. La limosna lo santifica todo, ella nos procura una buena muerte, un juicio favorable, nos asegura el cielo; ya que es el camino real que nos conduce allí, porque es la llave que lo abre.

Por último, Dios colma de bendiciones a los bienhechores de los pobres, aun de bendiciones temporales en este mundo. La limosna nunca empobrece, dice el Espíritu Santo. Dios devuelve de mil modos distintos lo que se da a los pobres y necesitados por amor suyo.

Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “Archivo Homilético” de J. Thiriet – P. Pezzali.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

Sus comentarios a obmdavila@yahoo.com.mx


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