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Domingo IN ALBIS; “LA PAZ DE JESUCRISTO”: Monseñor Martín Dávila

En el Evangelio de este Domingo se narran dos apariciones de Jesucristo ya resucitado a los apóstoles, quienes se hayan juntamente reunidos en el Cenáculo, haciendo oración. Mientras permanecían encerrados en ese lugar, por temor de los judíos, llegó Jesús y se puso en medio de ellos, diciéndoles: La paz sea con vosotros.

Por: Redacción 11 Abril 2021 14:24

En esta aparición, se dio a conocer y converso con ellos, les dio poder para perdonar y retener los pecados, y despareció luego. Santo Tomás apóstol se encontraba fuera del cenáculo; por lo cual Jesús, no queriéndole privar de su divina presencia, pasados 8 días se apareció de nuevo en el cenáculo, y en esa ocasión se encontraba también S. Tomás, diciendo otra vez: Pax vobis.

Los detendremos un poco considerando. Cómo es la paz de Jesucristo, y que debe hacerse para obtenerla.

Cómo es esa paz que Jesucristo nos da y nos desea.

1.- Es Verdadera: y no es precisamente la terrena, o sea, la que el mundo promete: que es una paz engañosa y fugaz. Bien al contrario, la paz que da Jesucristo es toda ella celestial, verdadera y permanente; paz que hace de verdad dichosos a aquellos que tienen la suerte de poseerla. Como dice S. Juan XIV, 27: “Os dejo la paz, os doy la paz mía; no os doy Yo como la da el mundo”.

2.- Es espiritual: la paz de Jesús no aquella paz envilecedora, capaz tan sólo de dar contento a los humos de la soberbia, a las depravadas pasiones y a los inferiores apetitos de la carne; antes bien esta paz es enteramente espiritual, que consiste en la tranquilidad de la conciencia. Como dice S. Pablo a los Filipenses IV, 7: “La paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento”.

3.- Esta paz llena la mente de santos afectos: la paz de Jesucristo preserva la mente de pecaminosos apetitos y el corazón de afectos terrenos, llenando la mente de santos deseos y el corazón de saludables aspiraciones. S. Pablo a los mismo Filp., IV, 7: “Custodiará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

4.- Nos suministra armas para el combate: estas armas son poderosas, por lo cual podemos combatir valerosamente y salir victoriosos de las acometidas de nuestros enemigos espirituales.

5.- Conduce las almas al cielo: ya que esta paz guía nuestras almas después del combate; y después del triunfo sobre el mundo, demonio y carne, son conducidas a las eternas mansiones de la gloria, en donde ya no hay que luchar jamás, sino ostentar en las sienes una inmarcesible corona de gloria.

Qué debemos hacer para poseer la paz de Jesucristo:

Debemos de tener las mismas disposiciones que tenían los apóstoles cuando recibieron a Jesús en el Cenáculo.

1.- Custodiar los sentidos del cuerpo: Los apóstoles fueron regocijados con la presencia de Jesús, heraldo de paz, después que hubieron cerrado las puertas del Cenáculo, temiendo encontrar la muerte por parte de los judíos.

Así también nosotros podremos tener la paz de Jesucristo si custodiamos con toda diligencia las puertas de nuestra alma, que son los sentidos del cuerpo, por lo mismo no nos debemos de ocupar de las cosas que no nos atañen.

2.- Perseverar en la oración: Los Apóstoles recibieron la paz cuando se hallaban juntamente congregados para hacer oración.

También nosotros la recibiremos si somos perseverantes en la santa oración, puesto que con ella podremos defendernos de nuestros enemigos espirituales, que son un obstáculo para la paz de nuestra conciencia.

3.- Esta en la Iglesia verdadera: El Cenáculo en donde se hallaban reunidos los Apóstoles era una mística figura de la Iglesia. ahora bien: ¿Quiénes recibieron la paz? Aquellos tan sólo que se encontraban en el Cenáculo; S. Tomás, temporalmente alejado de aquel lugar, no participó de un bien tan grande; únicamente después que hubo vuelto fue hallado digno de recibir la paz del Señor.

Otro tanto nos acontecerá a nosotros; es a saber, recibiremos la paz del Señor tan sólo cuando nos encontremos en su verdadera Iglesia, sometiéndonos a todas sus enseñanzas.

4.- Observar con diligencia la ley de Dios: solamente encontraremos la paz del corazón cuando de verdad amemos y con toda diligencia observemos la santa ley de Dios. Así como no lo dice el Salmo CXVIII, 165: “Mucha es la paz de los que aman tu ley”. Debemos ser, en una palabra, verdaderamente justos.

Entonces teniendo la justicia dentro de nosotros, se juntará a ella la paz, puesto que ésta se une aquella en dondequiera que se encuentre. “La justicia y la paz se juntarán”(Salmo LXXXIV, 10). Por eso dice S. Agustín: Para que haya paz y justicia, deben estar unidas la justicia y la paz. Porque si no amamos la justicia no tendremos paz.

Por último, debemos siempre abrigar el deseo de poseer esa paz celeste y espiritual que nos llena el corazón de santos afectos, que nos hace vencer a nuestros enemigos espirituales y que nos conduce a la eterna mansión de la gloria.

Por tanto, no debemos hacer otra cosa que temer a los enemigos de nuestra alma y guardarnos de ellos, custodiando nuestros sentidos, perseverando en la oración y permaneciendo en la Iglesia verdadera de Jesucristo y observando su santa ley.

Entonces vendrá también Jesús, y puesto en medio de nosotros nos dará su paz: Pax vobis.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

Sus comentarios a obmdavila@yahoo.com.mx


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