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La Religión en el hogar / Monseñor Martín Dávila

Practicar la religión en el hogar, en estos tiempos en donde domina y reina el egoísmo, el consumismo, y donde sobran las distracciones, es casi imposible.

Por: Redaccion 29 Enero 2017 11:29

Pero es muy necesario hacerlo, si se quiere la salvación eterna de los padres y de los hijos.

El poder del ejemplo de los padres nunca se demuestra más vigorosamente que en las prácticas religiosas dentro del hogar.

Si en sus hogares resplandece en cada momento la arraigada creencia en Dios, y en él se practican los principios de la fe, pueden tener la seguridad de que los hijos crecerán en el amor de Cristo y de su Iglesia.

En cambio, si en sus obras diarias dejan de dar testimonio de las creencias religiosas, este yerro se reflejará inevitablemente en la superficialidad de la formación religiosa de sus hijos.

Por lo tanto, es importante, la práctica y el deber de enseñar a sus hijos a conocer y amar a Dios desde su más tierna edad.

Por ejemplo, en su primer año, se podrá rociar su cama con agua bendita y persignarlo con la señal de la Cruz. A mediados de su segundo año, aprenderá el niño a balbucear breves himnos musicalizados y a reconocer las estampas del Niño Jesús. En el tercer año, ya cabe enseñarle que Dios es el Creador del Universo y ayudarle a verlo en las flores, los pájaros y todos los seres animados.

Cuando su hijo cumpla los cuatro años ya tiene bastante edad para acompañarlos a oír misa, sentado y quietecito. Al verlos rezar, comprenderá que se va al templo porque Dios está allí más cerca que en otras partes. Puede aprender oraciones que repetirá toda su vida; oraciones para acostarse, el Padre Nuestro, el Ave María.

En su quinto año conviene que contraiga la costumbre de rezar sus oraciones al acostarse y al levantarse, adquiriendo un hábito regular. Ahora ya se le pueden hacer notar las diferencias entre el bien y el mal moral. Por ejemplo, puede comprender por qué no ha de hurtar o robar.

A los seis años, antes de entrar de ingresar en la escuela elemental, debería saber hacer por sí mismo el signo de la cruz y tomar agua bendita. Esto lo hará si ve que sus padres lo hacen.

Entonces se podrá inculcar a su hijo la importancia de los valores religiosos en mil formas distintas. Si se cuelga de las paredes de su casa imágenes y cuadros de Nuestro Señor y de la Virgen María no dejará de interesarse con despierta curiosidad por su significado. Aprenderá lo que representan y le infundirán el sentimiento de que Cristo se halla verdaderamente presente en el hogar.

No se alegue que se rebajan los niveles y gustos artísticos o deportivos colgando cuadros de escenas religiosas en el salón o cuarto de estar de la familia o en los dormitorios.

Muchos de los más grandes artistas de todas las épocas ilustraron sus vidas pintando los acontecimientos de las Sagradas Escrituras y de la vida de Nuestro Señor. Ya que se hallan al alcance de todas las fortunas copias fieles de estas obras magistrales que pueden realzar las distinción del hogar, así el más encumbrado como el más humilde.

También se pueden adquirir muchos libros ilustrados excelentes, y a precios módicos, que les ayuden a enseñar a su hijo los principios de la religión en forma comprensible para la infancia.

Prácticas religiosas en la familia.

Desde que se abran a la luz, los ojos de su hijo deben acostumbrarse a ver reunida la familia en horas de oración, para unirse a las plegarias así que de ello sea capaz. Es por eso, ese hermoso refrán: “La familia que reza unida es una familia unida”, y el niño que llega a adulto en un hogar cuyos padres rezan con él, guardará toda la vida hondos e indecibles recuerdos emotivos.

¿Cuáles son las oraciones adecuadas para rezar en familia? La oración de gracias, antes y después de sentarse a la mesa, puede aprenderse fácilmente. Cuando el niño reza sus oraciones matutinas o vespertinas, su padre o su madre, si no ambos, podrían acompañarlo arrodillados junto a él.

Una costumbre excelente que no debería dejarse perder es la de muchas familias que rezan el rosario antes de acostarse y recitan preces u oraciones para las almas de los difuntos de la familia, para la intención de los parientes ausentes, y la conversión y salvación de los pecadores, etc.

Una manera muy buena de inspirar al hijo un sentido de íntima relación con Dios y su Santo Patrón particular es la de celebrar el día de su bautizo (como cumpleaños) y el día de su santo.

Si se celebra el cumpleaños, ¿no sería mejor aprovechar la fecha de su bautizo, el día en que entró a formar parte de la Comunión de la Fe? En muchos países existían simbólicas costumbres llenas de emoción en la celebración de este aniversario.

Algunos padres en Europa guardan el cirio o vela que proporcionaron para la ceremonia del bautismo en lugar de honor en su hogar. Cada aniversario lo vuelven a encender unos cuantos minutos mientras el niño reza en acción de gracias a Dios por el don de la fe y hace la renovación de las promesas bautismales.

Este cirio puede encenderse también en las grandes solemnidades de la vida de su hijo, especialmente en las religiosas: cuando recibe el sacramento de la Confirmación, el día de su Primera Comunión, el de su boda, e incluso cuando llegue la hora de recibir los últimos auxilios espirituales en su trance a la eternidad. Algunas veces, la costumbres es que el cirio bautismal se consuma en el velorio.

Los patronímicos o nombres de santos que todo buen cristiano debe llevar se celebran lógicamente el día en que la Iglesia honra al Patrón en su santoral. A menudo se celebran más que el día del aniversario del natalicio. La familia podría ir a misa conjuntamente y así recibir la Comunión.

No es obstáculo el que se celebre con regalos y una buena comida. Pero durante la comida de agasajo sería bueno que el padre leyese una breve historia de la vida del Santo, poniendo de relieve sus virtudes y cualidades de carácter veneradas en el Patrón, a fin de alentar a los hijos a la imitación de tan alto ejemplo.

Los psicólogos afirman que el sonido del propio nombre es el más dulce al oído de cualquier persona: uno de los vínculos espirituales más suaves que se pueden crear entre la joven personita y su Santo Patrón. Los días de los Santos principales figuran especialmente en los calendarios religiosos, que por esto son más recomendables que otros muy discutidos.

Las grandes festividades de la Iglesia ofrecen amplias y excelentes oportunidades para inculcar los valores religiosos en la infancia. Naturalmente, la máxima festividad, las más importante, es la Navidad. Considerarlo en sentido laico, como el tiempo de Santa Claus, sería privar a su hijo de la magnífica belleza y simbolismo de las Navidades.

La ocasión de regalos y festejos en nada se opone al sentido hondamente religioso del Nacimiento de Cristo. Los niños de todas las partes del mundo responden fervorosamente a la evocación y observancia espiritual de la Navidad.

Incluso los niños de tres años pueden captar el hondo sentimiento de que los padres se están preparando para el Nacimiento de Jesús, y ayudarán con entusiasmo a la instalación del Pesebre y del Belén o nacimiento, con los animales domésticos y demás figurillas que recuerdan el gran acontecimiento. Estos belenes son también una bella manifestación artística en muchos países católicos.

Una deliciosa costumbre, popular en Francia, es dar a los niños manojitos de paja cuando empieza el Adviento. Si se portan bien y rezan sus plegarias debidamente al acostarse y al levantarse se les entregan los briznas de paja para que las añadan cada vez al Pesebre, con lo cual la comodidad de la cuna del Niño Jesús al llegar el día de Navidad dependerá del buen comportamiento de los niños.

En México, las Posadas son una tradición y una celebración del culto de la Iglesia Católica previa a la Navidad, que consiste en nueve rosarios que van del 16 al 24 de diciembre, llamados en conjunto novenario, en los cuales se rememora el viaje de la Sagrada Familia desde Galilea hasta Belén así como los 9 meses de la gestación de Nuestro Señor Jesucristo.

Los niños aprenden también la verdadera significación de las Navidades cantando himnos y villancicos apropiados. El tesoro de la Iglesia es riquísimo en bellísimas composiciones sencillas y emotivas. Se podrían citar el Adeste Fidelis y Noche Silenciosa, por ejemplo.

No hay razón alguna para escoger canciones sin significado religioso, (como Rodolfo el reno y otras más de la misma índole) en las navideñas reuniones familiares. Los niños se complacen extraordinariamente con los coros cantando con toda la familia; son un recuerdo grato que no olvidarán en toda su vida.

Cuando la música de Navidad acompaña el espíritu de aquel tiempo del año, se crea una reverencia por la fiesta que se trasmitirá de generación en generación.

Otras prácticas apropiadas para el hogar también pueden adoptarse en otros períodos a lo largo del año. Por ejemplo, durante la Cuaresma, es bueno que la familia se abstenga de postres de golosinas, tales como helados y pasteles. Cuando padres e hijos comparten un sacrificio en comunidad de espíritu se crea el sentimiento de unidad religiosa en la familia.

Por último, padres recuerden que, es en el hogar donde los niños aprenden que son responsables ante Dios y que esta responsabilidad se fundan sus deberes para con el prójimo. Ya que el hogar es la primera escuela del niño, en el cual se enseña que la verdadera doctrina cristiana ha de ser la inspiración de todos cuantos viven en este mundo.

Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “Manual del Matrimonio Católico” del Rev., Padre George A. Kelly.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

Sus comentarios a obmdavila@yahoo.com.mx


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