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Problemática y repercusiones psíquicas del divorcio/ Monseñor Dávila

El divorcio civil es una institución humana, introducido a partir de doctrinas de la ilustración, mismas que tuvieron éxito en el sistema republicano nacido de la antirreligiosa Revolución Francesa.

Por: Redaccion 26 Octubre 2016 11:08

Es importante aclarar que el divorcio, sólo es válido en el ámbito civil, debido a que en la Iglesia Católica no impera y no existe el divorcio; ya que el matrimonio católico es indisoluble y siempre pesan las palabras de vida eterna de Nuestro Señor Jesucristo que dice: “Lo que Dios ha unido no separe el hombre (S. Mt. 19,6).

Lo que la Iglesia en el último de los casos permite es la separación de la pareja sin tener los esposos derecho de juntarse con otra persona y solamente lo permitiría en casos muy traumáticos y difíciles tanto para los esposos y los hijos.

Está comprobado que en muchos de los casos en que los esposos se separan por lo civil, no hay realmente problemas muy complejos ni difíciles de solucionar, la mayoría de los problemas son por falta de comunicación eficaz y de una buena negociación y con ello llegan a lastimarse faltándose el respeto mutuo que es un derecho en el matrimonio.

La mayoría de los problemas matrimoniales tienen solución, sólo se necesita una buena dosis de interés y compromiso para que el matrimonio funcione adecuadamente. Y con ello, considerando seriamente el amor verdadero que debe de haber en los conjugues, que es el amor de virtud basado en el respeto y sacrificio mutuo

En anteriores escritos se han dado soluciones para estos problemas. Artículos como Reflexiones sobre la relación exitosa en el matrimonio, La armonía conyugal y el impacto educativo en los hijos, Cambie usted y cambiará su relación matrimonial, la importancia del respeto, la lealtad y amor en la relación matrimonial, los grandes deberes de los esposos en el matrimonio, Los grandes deberes de las esposas en el matrimonio, Las diferencias entre el esposo y la esposa;

Si leen los esposos con buena disposición estos escritos; además si los reflexionan y ponen en práctica los consejos que se dan, y sobretodo con la ayuda de Dios, todo ello será suficiente para solucionar dicha problemática.

La mayoría de éstos artículos se pueden leer en www.obispoenmisiones.com.

Muchos piensan que para cualquier problema o complicación que presente una pareja, lo fácil y la mejor solución es el divorcio, pero no siempre lo más fácil es la solución, ya que como se escribió en el artículo “Cambie usted y cambiará su relación matrimonial”.

En dicho escrito, se menciona que si uno de los esposos o los dos no son capaces de reconocer sus fallas que están destruyendo con la relación de pareja, o si él o ella no cambian y no ponen empeño en una buena terapia para corregir esas fallas, éstas nunca se quitarán, y casi siempre tendrán problemas con las siguientes parejas después del primer divorcio, y aunque llegarán a tener mil parejas si no se corrigen habrá mil fracasos con sus respectivos divorcios.

A continuación extracto una parte de un interesante folleto editado por EVC titulado: “Divorcio y Psiquiatría”.

Las extraordinarias facilidades concedidas por nuestras leyes para disolver una sociedad conyugal y constituir una nueva y para repetir este proceso una o más veces, han dado por resultado un rápido aumento en el número de divorcios; y esto equivale a decir que cada vez es mayor el número de familias afectadas más o menos directamente por algún caso concreto de divorcio.

Por lo mismo, no nos ha de extrañar, pues, que con frecuencia se oiga hablar del divorcio como de una conquista de nuestro tiempo, como un progreso de la civilización, o como un paso de avance de la humanidad en su insaciable anhelo de felicidad.

Y se terminará oyendo: Lo “moderno” es aceptar el divorcio sin asustarse, desechando arcaicos temores a los males que acarrea, ya que éstos desaparecerán tan pronto logremos adaptarnos a esta nueva concepción de la vida conyugal.

A juicio de muchos de nuestros contemporáneos, sólo mentalidades retrógradas pueden asustarse ante el divorcio y sus consecuencias, en la era de los satélites artificiales y los viajes interplanetarios.

Sin embargo, la Psiquiatría, una ciencia muy de nuestra era y nada retrógrada, se muestra hondamente preocupada ante el problema del divorcio y su repercusión en la salud psíquica.

Esta preocupación es muy explicable, si tenernos en cuenta que la Psiquiatría disfruta de un puesto de observación privilegiado para conocer “por dentro” los efectos perjudiciales del divorcio.

Privilegiado, porque puede conocer toda su repercusión consciente, a través de la descripción del paciente, que le habla al médico con una sinceridad que no emplea con las demás personas.

Privilegiado, porque puede conocer, además, su repercusión Inconsciente; la que el propio interesado ignora, hasta que la va descubriendo con la ayuda del médico.

Desde este puesto de observación, la Psiquiatría contempla un panorama verdaderamente sombrío en algunos de los efectos perjudiciales del divorcio en la salud psíquica de los cónyuges y de los hijos.

REPERCUSIÓN DEL DIVORCIO EN LOS CÓNYUGES.

Veamos ahora qué sucede en el psiquismo de los cónyuges, al producirse el divorcio.

FACTORES “EXTERNOS” E “INTERNOS”

Podríamos decir que entra en una etapa de crisis, bajo el peso de los diversos factores emocionales, que gravitan sobre él. De estos factores, los menos importantes (a los efectos de la salud psíquica) son los que pudiéramos llamar “externos” porque se originan fuera del individuo, y abarcan los múltiples inconvenientes y malestares que plantea el nuevo estado, en materia de cambios y adaptaciones en el régimen de vida, en el trato con familiares y amigos, en el aspecto económico, etc., Los más importantes son los que pudiéramos llamar “internos”, los sentimientos propiamente dichos.

Los Factores Internos son los siguientes:

Sensación de fracaso, por no haber sabido o podido lograr que fuera un éxito el matrimonio, acompañada o no por inseguridad en sí mismo y desorientación respecto al futuro.

Auto acusación por la parte de culpa que tiene o cree tener, en este fracaso. (A veces, simple remordimiento de conciencia, por haber dado cabida a un amor ilícito). Cuando existe esa “tercera persona”, (lo cual es muy frecuente) en el otro cónyuge hay celos, rencor, sensación de abandono, de traición, de soledad.

Tampoco suele faltar la acusación al otro cónyuge por la parte de culpa que tiene, o cree que tiene, en la ruptura matrimonial. Y el consiguiente rencor, que a veces llega a límites increíbles.

Y esto sucede, muchas veces, sin que se haya destruido completamente el amor, con lo cual se origina (en el consciente o en el inconsciente) una “ambivalencia”. (Tener, simultáneamente, dos sentimientos opuestos respecto a un mismo objeto o persona).

Esta suma de factores, este rejuego de fuerzas emocionales en conflicto, va creando ese malestar psíquico o “tensión”. Y, al ir incrementándose esta tensión, puede llegar al punto de rebasar el “dintel de resistencia”, y empezar a producir síntomas psíquicos, como una fobia; otras, repercutiendo en el sistema nervioso neurovegetativo, producirá síntomas físicos como un trastorno digestivo o circulatorio; y otras, las más, producirá ambos tipos de síntomas.

No es de extrañar, pues, que veamos desfilar, por los consultorios psiquiátricos, a un número crecido de personas que consultan por síntomas cuyo factor causal determinante es un conflicto emocional en torno al divorcio.

Y al hacer esta última afirmación, no se hace a la ligera. No se basa solamente en el hecho de haberse demostrado, la exploración psicológica se basa, además en ese otro, mucho más elocuente: La modificación o eliminación de los síntomas, al producirse la modificación o eliminación de ese conflicto.

EJEMPLOS TOMADOS DE LA VIDA REAL.

Unas veces, será un hombre de mediana edad, que lleva 18 años de casado y tiene varios hijos. Se divorcia. Dos meses después, se casa civilmente con la que era su amante desde varios meses antes de divorciarse. Una semana después de este matrimonio civil, comienza a temer que su nueva compañera le sea infiel. En el curso de los tres meses siguientes, se va estableciendo un cuadro de ideas de persecución y síntomas depresivos (tristeza, pesimismo, etc.) por el cual se va a consulta.

Otras, será un hombre joven que va a consulta por una intensa fobia al cáncer, la cual le hace la vida verdaderamente imposible, porque ha ido aumentando en intensidad hasta extremos verdaderamente inverosímiles, los cuales él mismo considera perfectamente absurdos. Y su fobia comienza pocos días antes de su nuevo matrimonio civil. Ya que anteriormente se había divorciado de su legítima esposa.

O una mujer de 35 años, que consulta por indicación de un especialista de vías digestivas, el último de una larga lista que ha recorrido en el curso de tres años y medio, sin haber logrado más que mejorías transitorias de su colitis ulcerativa. Unos tres meses antes del comienzo de su colitis, había contraído matrimonio civil, poco después de haberse divorciado del hombre con quien estaba unida por matrimonio religioso, y al que le había dado una hijita.

Se podrían multiplicar los ejemplos; pero la enumeración sería interminable.

REPERCUSION DEL DIVORCIO EN LOS HIJOS.

Sí grande es la repercusión del divorcio en la salud psíquica de los cónyuges, incomparablemente mayor lo es en la de los hijos; y muy especialmente, si el divorcio se produce durante la niñez o la pubertad, aunque es también muy grande en la adolescencia, y hasta en la edad adulta. Y lo que es más elocuente todavía: El mero temor a que se divorcien sus padres, puede afectar seriamente la salud psíquica del niño.

Para entender por qué esto es así, baste recordar que, para el niño, sus padres son poco menos que todo en su vida. Sabe que son un hombre y una mujer como los demás; pero, al mismo tiempo, cree que son distintos de los demás; incapaces de tener los defectos y cometer los errores de los demás, porque son sus padres. Así está dispuesto por Dios, para que los padres tengan toda la autoridad moral que necesitan para la adecuada educación de sus hijos.

Al producirse el divorcio de sus padres, el niño siente que todo su mundo se le resquebraja bajo sus pies. Se encuentra de pronto, frente a un problema de proporciones tales, que su mente no lo puede abarcar. Es demasiado extenso, profundo, complejo, doloroso, insoluble, para él.

FACTORES “EXTERNOS”

Los factores “externos” que mencionábamos al hablar de los cónyuges (porque se originan en el exterior, en el medio ambiente) adquieren una magnitud extraordinaria en los hijos. Ante todo, el niño no puede vivir ya con ambos padres, como él vehementemente desea. Vive con uno o con el otro. O, alternativamente, por temporadas, con cada uno.

Si vive establemente con uno, tiene que resignarse a disfrutar de la compañía del otro, sólo a ratos. Si vive alternativamente con uno y otro, tiene que adaptarse, también alternativamente, a dos ambientes que suelen ser distintos, e incluso antagónicos.

Y en ambos casos, está expuesto a ser utilizado por sus padres (inconscientemente, o en forma consciente, y hasta deliberada) como “arma” para molestar al otro excónyuge, o como “espía” para averiguar las andanzas del otro, o como objeto de “soborno”, a base de darle gusto en todo, en una pugna insensata por hacerlo preferir a la convivencia con uno u otro.

Si a esto añadimos un nuevo matrimonio civil de uno de los cónyuges, el problema se le complica todavía más. Hay un nuevo personaje en su vida: el “progenitor postizo”. Y éste puede ya tener hijos. O pueden nacer de esta nueva unión.

Si ambos cónyuges contraen nuevo matrimonio civil, la complicación parece haber llegado al límite. Pero desgraciadamente, no es así. Es posible que uno de los cónyuges, o ambos, se divorcien nuevamente, contraigan nuevo matrimonio civil y tengan nuevos hijos.

En cualquiera de estas situaciones, la multiplicidad de recíprocas relaciones humanas, entre personas parcialmente extrañas, que tienen que convivir en intimidad de familia es tal, que resulta difícil de manipular para los propios adultos.

¡Cuánto más para el niño, que se ve envuelto en ese torbellino de sentimientos de diversa índole, procedentes de diversas personas, todas las cuales juegan un papel importante en su vida!

No parece necesario seguir insistiendo en los “factores externos”. Ahora es necesario conocer “por dentro” estas situaciones, para formarse una idea de cuántos y cuán variados son estos factores. Es por eso que dice un refrán popular. “Quien se casa aprisa, tendrá tiempo de arrepentirse”.

FACTORES “INTERNOS”

Como en el caso de los cónyuges, los factores “internos” son todavía más importantes. El divorcio de sus padres provoca un verdadero terremoto en la vida emocional del niño. Y este terremoto resquebraja, ante todo, la seguridad en sí mismo.

Si sus padres le han fallado, ¿en quién puede confiar? Creía que los dos eran buenísimos y ahora resulta que uno acusa a otro, o ambos se acusan entre sí. ¿Es cierta la acusación? Entonces, uno es culpable; ¿es falsa? Entonces, uno miente, o ambos son culpables y mentirosos.

Creía que lo querían por encima de todo, y ahora descubre que no; porque (piensa él) si así fuera, no se divorciasen, por tal de no hacerle sufrir tanto, etc. Estos dolorosos descubrimientos crean, necesariamente, “ambivalencias” respecto a sus padres.

Siente hacia ellos atracción y repulsión, simultáneamente. Quisiera sentir, hacia ambos, solamente cariño y ya no puede. o se produce la ambivalencia respecto a un “progenitor postizo”, hacia el cual siente atracción, porque “le cae bien”, y repulsión por haber desplazado al progenitor verdadero. (Lo cual viene a añadir una auto acusación, por “serle infiel” al progenitor verdadero).

Así podríamos ir descubriendo todo un mundo de sentimientos desagradables, variados, complejos, antagónicos, que llegan a producir en el niño un verdadero caos emocional.

LA REACCIÓN. Frente a este caos emocional, reaccionará de una u otra manera, según las circunstancias particulares de cada caso; pero en su reacción habrá, casi siempre, este componente: rehuir enfrentarse con el problema. Es tan insoluble y doloroso para él, que no le queda otra salida que rehuirlo.

“Por fuera”, este rehuir el problema se traduce en una actitud de “no darse cuenta de lo que está pasando” o de “no me importa”. En una palabra, de ocultarlo disimular al máximo la tragedia interna en que vive. Y esta actitud del niño, convertido a veces en consumado actor, da a los mayores que le rodean la impresión errónea de que al niño “apenas le ha afectado” lo que ha sucedido.

“Por dentro”, para rehuir el problema, se produce el fenómeno psicológico llamado “represión” mediante el cual (automática e inconscientemente) logra ir eliminando del plano consciente de su vida psíquica, esos conflictos emocionales que le resultan insoportables.

En esta forma, aparentemente, ha logrado resolver su problema. Pero sólo aparentemente, puesto que no ha hecho más que desplazar sus conflictos (sin saberlo él) del plano consciente al inconsciente; y allá, en el inconsciente, esos sentimientos conflictivos siguen en actividad, en ebullición, generando “tensión” psíquica.

Que, como ya hemos explicado, esta tensión es capaz de producir multitud de síntomas físicos y psíquicos. desde anormalidades de la conducta, más o menos intensas, hasta las psicosis (enfermedades mentales), pasando por las psiconeurosis, con su polimorfa sintomatología.

Y con la peculiaridad frecuente de manifestarse los síntomas (o, al menos, llegar al grado de intensidad que motiva la consulta psiquiátrica) varios o muchos años después de producido el trauma psíquico del divorcio de sus padres.

Lo que decíamos de los cónyuges, lo repetimos aquí: Cuando afirmamos que el divorcio de sus padres es el causante de la sintomatología de un hijo, no nos basamos solamente en una exploración psicológica que así lo demuestra; sino, además, en la modificación de sus síntomas al ir modificando ese conflicto, a través de un tratamiento de psicoterapia.

EJEMPLOS TOMADOS DE LA VIDA REAL.

Son muchísimos, los casos de adolescentes o adultos que llegan al psiquiatra con síntomas producidos por conflictos emocionales relacionados, directa o indirectamente, con el divorcio de sus padres.

Veremos, por ejemplo, a una jovencita de 17 años, de quien nos informa su madre que la nota triste, irascible, difícil de manejar, (habiendo sido muy dócil) y que últimamente ha estado teniendo dificultades con los estudios, al extremo de negarse a estudiar el último año de bachillerato, habiendo sido antes una alumna brillante.

Al irnos adentrando en la exploración psicológica, en el curso de la psicoterapia, descubriremos que el conflicto central de esta jovencita es el temor a que sus padres se divorcien. Y es que este temor se basa en que, durante los últimos dos o tres años, sus padres han hablado varias veces de divorciarse. Y que, en el momento de la consulta, están separados; y el padre parece decidido a divorciarse, para casarse civilmente con su amante.

Una muchacha de 20 visita el consultorio psiquiátrico, porque se siente triste, decepcionada, sin ilusión alguna respecto al futuro, que “no cree en el matrimonio”, y que a veces piensa que no vale la pena seguir viviendo. Explicará que está llevando una vida licenciosa (increíblemente licenciosa para su edad); y que su conducta actual es la culminación de un proceso de transformación de su personalidad, que se inició hacia los 12 años.

Y se llegará a descubrir que ese cambio, esa transformación, tuvo por causa el divorcio de sus padres cuando tenía 5 años de edad. Y que a pesar de los 15 años transcurridos, el conflicto emocional creado por el divorcio de sus padres, sigue siendo el más importante en la vida psíquica de esa muchacha. Como dato adicional se señala que, después del divorcio, la madre contrajo nuevo matrimonio civil y el padre lo hizo tres veces. (Precedidos, desde luego, por sus correspondientes divorcios).

Un joven 23 años ingresa en un sanatorio psiquiátrico, padeciendo una psicosis esquizofrénica (enfermedad mental). Y se ha comprobado que el factor desencadenante de ella, ha sido un conflicto emocional basado en la convicción (errónea) de ser anormal en materia sexual.

Se ha descubierto que esta convicción errónea, tiene como causa una maduración defectuosa de la personalidad, especialmente en la esfera sexual, a consecuencia del conflicto emocional creado por el divorcio de sus padres, cuando tenia 8 años de edad. ¿Para qué seguir multiplicando ejemplos? Dice el refrán que “para muestra, basta un botón”.

Por último. La gran verdad se desprende de todo lo que venimos diciendo: Los hijos son las víctimas INOCENTES del divorcio de sus padres. Esta es una verdad grande, dura, que merece ser meditada a fondo por todos; y muy especialmente por los padres que están contemplando la posibilidad de dar solución a sus problemas conyugales, mediante el divorcio.

Hasta ahora hemos visto a grandes rasgos la problemática y síntomas psicológicos que produce el divorcio en los padres y en los hijos, y en un segundo escrito abundaremos más en las posibles soluciones para el mismo.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones


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